lunes, 20 de julio de 2015

TRASTORNO DISMORFICO CORPORAL

strategias diagnósticas y terapéuticas | 06 JUL 15 Trastorno dismórfico corporal Recomendaciones para médicos generalistas, para el reconocimiento, diagnostico y tratamiento del trastorno dismórfico corporal. (3) (15) Autor: David Veale, Anthony Bewley Fuente: BMJ 2015;350:h2278 Body dysmorphic disorder INDICE: 1. | 2. Referencias Las personas con trastorno dismórfico corporal (TDC) tienen una gran preocupación por uno o más defectos percibidos o por la fealdad en su aspecto. Los "defectos" son a menudo una variación física normal u objetivamente solo aparece en grado leve, pero al paciente le ocasiona mucha vergüenza o influye negativamente en su vida. El trastorno es relativamente frecuente, con una prevalencia de casi el 2% en la población general, lo que hace que sea más común que la esquizofrenia o la anorexia nerviosa. Se produce en ambos sexos por igual. Las personas con TDC pueden consultar a médicos generalistas; dermatólogos; cosmetólogos, cirujanos plásticos, otorrinolaringólogos, cirujanos maxilofaciales; ortodoncistas; ginecólogos o urólogos, con el deseo de mejorar sus “defectos”. Aunque la enfermedad es un trastorno psiquiátrico grave, la consulta en los servicios de salud mental es menos frecuente, y por lo general solo se hace cuando hay problemas adicionales, como depresión o riesgo de suicidio, entre otros. La condición es fácilmente trivializada y estigmatizada, pero los médicos no deben confundirla con la insatisfacción corporal, que es común pero no ocasiona gran angustia o interferencia con la vida diaria. Los pacientes con “desfiguraciones reales" pueden ser vistos como más dignos de atención pero a menudo están menos discapacitados que una persona con TDC. Los pacientes con TDC consumen importantes recursos sanitarios pero suelen permanecer insatisfechos a no ser que los médicos los traten de manera integral. Es común que ya hayan recorrido numerosos consultorios médicos de estética y servicios cosméticos privados, pero muchos de los médicos no están capacitados para diagnosticar y tratar a estos pacientes y por error se dedican a corregir el defecto. Este artículo explora cómo un médico general puede reconocer y diagnosticar a los pacientes con TDC, entender los riesgos de la insatisfacción por un procedimiento cosmético, y tratar de que las personas con TDC a comprendan que su problema es psicológico y deben ser derivados para una evaluación de salud mental. Conceptos básicos • Las personas con TDC no pueden revelar el grado de su preocupación a menos que se les pregunte directamente sobre la vergüenza que sienten por su apariencia, que los lleva también a buscar ayuda inapropiada. • Ante la sospecha de TDC, preguntar sobre el grado de preocupación, angustia e interferencia con la vida cotidiana, para distinguirlo de la insatisfacción corporal no patológica más común y derivar a un servicio de salud mental para su evaluación. • Las opciones terapéuticas incluyen la terapia cognitivo-conductual (específica para el TDC) y los inhibidores de la recaptación de serotonina, en la dosis máxima tolerada, si los síntomas son moderados a severos. ¿Cómo se puede reconocer a los pacientes con trastorno dismórfico corporal? Las personas con TDC no pueden revelar el grado de su preocupación y angustia a menos que se les pregunte directamente, porque se avergüenzan de su apariencia. Los defectos percibidos pueden ser múltiples, y por lo general se hallan alrededor de la cara, comúnmente en la piel, la nariz, el pelo, los ojos, los labios o la barbilla. Los defectos percibidos aparecen en serie ─por ejemplo, una vez que un defecto percibido ha disminuido otro defecto se convertirá en el foco de atención del paciente. El paciente puede dirigir su atención a cualquier parte del cuerpo, incluso los genitales. Los problemas típicos pueden ser: caída del cabello, acné, nariz demasiado grande o torcida, arrugas en la piel, rasgos desproporcionados, aspecto demasiado masculino ((o femenino). Cuando el paciente se describe a sí mismo como feo o siente que alguna característica es extremadamente notable o anormal, y esta percepción no coincide con lo observado por el médico, se debe considerar el diagnóstico de TDC. Este trastorno se puede distinguir de la insatisfacción corporal, en la que la preocupación acerca de un defecto percibido no es suficientemente angustiante o no interfiere con la vida en el mismo grado con que se cumplen los criterios diagnósticos para el TDC. Se puede pedir al paciente que califique su defecto en una escala del 1 a 10. Si la discrepancia entre el puntaje del médico y el del paciente es importante, entonces el médico puede comenzar a analizar con el paciente otro aspecto alternativo del problema. Para comprender la percepción del defecto por parte del paciente se le puede pedir que dibuje un autorretrato. El criterio diagnóstico clave para el TDC es la preocupación por un defecto percibido que ocupa la mente del paciente durante al menos 1 hora/día, pero por lo general, esto ocurre varias horas al día. Para cumplir con el diagnóstico, el defecto percibido debe causar enorme angustia o interferencia con la vida diaria. En algún punto durante el curso del trastorno, es probable que la persona realice actos repetitivos─por ej., comprobaciones en un espejo, comprobaciones con sus dedos, estiramiento de la piel─o actos mentales─por ej., rumiación, comparación constante del “defecto” percibido con la misma característica en otras personas─en respuesta a las preocupaciones. Las personas con TDC suelen ser muy conscientes de sí mismas y por lo general evitan situaciones sociales o públicas donde se sientan observadas. Como alternativa, pueden camuflarse en forma inapropiada─por ej., llevando un pañuelo o un sombrero en un día caluroso. Los pacientes con TDC suelen quedarse confinados en su casa, tienen tasas elevadas de hospitalización psiquiátrica, ideas de suicidio y suicidio. Por lo tanto, siempre hay que tener en cuenta el riesgo de suicidio, sobre todo cuando los pacientes han perdido la esperanza de modificar su aspecto. Historia y observaciones que avalan el diagnóstico Si se contestan afirmativamente todas las preguntas con viñeta es probable que se trate de un TDC y requiere una evaluación adicional: • ¿Actualmente, piensa usted mucho sobre las partes de su aspecto que le disgustan? Si es así─en un día típico ¿cuántas horas pasa pensando en su aspecto? El valor de corte es más de 1 hora/día. • ¿Se observa mucho en el espejo o en superficies reflectantes o toca mucho su “defecto” con los dedos? ¿hace comparaciones de su aspecto con frecuencia? •¿ Su aspecto le causa mucha angustia? o¿Trata de evitar situaciones o personas por su aspecto? o ¿Su aspecto interfiere con su capacidad para trabajar o estudiar? o ¿Su aspecto interfiere en su vida social? o ¿Su aspecto interfiere en su noviazgo o relación actual? Observaciones del médico, que cuando son positivas sustentan el diagnóstico: • ¿Lleva el paciente cualquier atuendo específico que está fuera de contexto y lo usa como camuflaje? (por ej.,gorra de béisbol, bufandas o gafas de sol). • ¿El paciente utiliza maquillaje excesivo para camuflar la piel de forma inapropiada? •¿El Su paciente tiene el pelo largo para ocultar su cara? • ¿Hay cicatrices como consecuencia de pellizcar la piel? • ¿El paciente mantiene su cabeza gacha o tienen poco contacto visual? Comorbilidades comunes y diagnóstico diferencial A causa de las conductas repetitivas y la historia familiar relacionada, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, quinta edición, el TDC está categorizado como parte de los trastornos obsesivo-compulsivos y trastornos relacionados. Cuando la preocupación está focalizada predominantemente en que se está "demasiado gordo" o con sobrepeso, y se hacen intentos por cambiar la dieta, un diagnóstico alternativo es un trastorno de la alimentación. En el TDC, son comunes las comorbilidades psiquiátricas como la depresión, la fobia social o un trastorno obsesivo-compulsivo. La fobia social comórbida se diagnostica solamente si el paciente tiene un temor adicional de actuar de una manera conducente a la humillación o la vergüenza. Los trastornos obsesivo-compulsivos comórbidos aparecen cuando las obsesiones o las compulsiones no se limitan solo a las preocupaciones acerca de la apariencia, por ejemplo, comprobar repetidamente si las puertas están bien cerradas. Adolescencia El inicio se produce normalmente durante la adolescencia, y lamentablemente, suele tardar ≥10 años antes de arribar al diagnóstico y tratamiento adecuados. Se puede presentar en la adolescencia, y en general en una forma más grave que en los adultos. En comparación con los adultos, los adolescentes que padecen TDC tienen tasas elevadas de suicidio a cualquier edad e ideas delirantes. También puede presentarse con rechazo a la escuela, discordia familiar y aislamiento social. Procedimientos cosméticos Las personas con TDC comúnmente recurren a procedimientos cosméticos o quirúrgicos con la esperanza de mejorar su aspecto o la percepción de sus defectos. En un estudio de cohorte de un grupo de la práctica dermatológica, la prevalencia fue mayor en el grupo de dermatología cosmética (14,0%) que en el grupo general (6,7%). Estos pacientes eran más propensos a estar insatisfechos con los resultados de los tratamientos dermatológicos. Algunos pacientes pueden haber tenido un procedimiento exitoso cuando eran más jóvenes (y no necesariamente tienen un TDC, lo que refuerza su esperanza de modificar su defecto percibido. En general, la presencia del TDC hace que la satisfacción con un procedimiento cosmético sea poco probable o impredecible. Esta afirmación se basa en la opinión de expertos y en pacientes atendidos en clínicas psiquiátricas. Ha habido solo unos pocos estudios prospectivos pequeños en un contexto cosmético en los que la identificación de las personas con TDC fue hecha antes de la operación para luego hacer un seguimiento de su evolución. A lo sumo, un paciente puede estar satisfecho con algún procedimiento con el que se ha conseguido un cambio que no es ambiguo, como el aumento del tamaño de las mamas o la labioplastia. Pero en general, es imposible que los procedimientos cosméticos modifiquen los síntomas del TDC. La insatisfacción con la cirugía estética es común y volver a realizar el procedimiento es inadecuado, porque finalmente se puede perder el diagnóstico de TDC, lo que puede dar lugar a un litigio. Por otra parte, es posible que el procedimiento empeore la preocupación por el defecto percibido, lo que haría más difícil que el paciente acepte participar en el tratamiento, porque para corregir el defecto actual sería necesario un procedimiento adicional. Los pacientes no deben ser derivados para obtener otra opinión de un cirujano estético o dermatólogo diferentes ─es más importante tratar de derivarlo a una evaluación de salud mental. Los pacientes pueden y deben recuperarse del TDC, y una historia de TDC no es una contraindicación para un procedimiento cosmético, pero sí debe hacerse con precaución. ¿Cómo se puede captar al paciente? Es importante ser transparente e indicar lo que se cree mejor para el paciente. No hay que entablar una discusión acerca del diagnóstico; siempre hay que tratar de admitir sus sentimientos de vergüenza, angustia y el grado en que su vida se ve afectada; siempre hay dejar un tiempo para la discusión. Si hay defectos visibles como cicatrices de acné leves, que solo pueden verse de cerca y teniendo un mayor estándar estético, es importante transmitir que como médico se reconoce su presencia. Sin embargo, hay que considerar que algunos pacientes no están preocupados por la evaluación de los demás sino, más que nada, por ellos mismos sentirse en armonía corporal. ¿Qué sucede si los pacientes se niegan a aceptar un diagnóstico o tratamiento adecuados? Siempre hay que mantener la actitud de admitir la angustia o los sentimientos de vergüenza de los pacientes. Se los debe ayudar a pregustarse si en realidad su problema no son las soluciones actuales. Demuestre que usted se preocupa y que está tratando de actuar por el interés superior de su paciente. Si es apropiado, continuar con el tratamiento médico. Trate de entender los temores de rechazo o de humillación que probablemente están condicionados emocionalmente por experiencias pasadas. Los pacientes pueden no estar dispuestos a cambiar en este momento, pero trate de animarlos a volver. Enfatice que el problema que lo trae es un problema reconocido para el cual hay tratamientos exitosos. Sin embargo, estos tratamientos pueden tomar tiempo y requerir el compromiso del paciente. Se pueden recomendar lecturas adicionales y sitios web sobre el TDC. Los pacientes pueden ser derivados a un servicio o clínica psico-dermatológica local regional para problemas de piel, o a un servicio especializado nacional para el TDC. La derivación a dichas unidades puede ser más aceptable para los pacientes porque sentirán que se les dedica más tiempo para ser comprendidos. El médico aún debe evaluar el riesgo y actuar sobre cualquier comportamiento inseguro que aumente las preocupaciones, recurriendo a los servicios de protección adecuados. ¿Cómo es el manejo del trastorno dismórfico corporal? La guía del National Institute for Health and Clinical Excellence recomienda la terapia cognitivo-conductual que es específica para el TDC, la que sigue un protocolo a lo largo de 16-24 sesiones. La terapia cognitivo-conductual se basa en 4 ensayos controlados aleatorizados de terapia cognitivo-conductual versus lista de espera y en un ensayo controlado aleatorizado de terapia cognitiva-conductual versus manejo de la ansiedad, los que mostraron que la terapia cognitivo-conductual es más eficaz para mejorar la gravedad del TDC, según las evaluaciones cegadas realizadas por clínicos. La misión más importante de la terapia cognitivo-conductual es mantener el compromiso del paciente y cambiar las conductas para disminuir la preocupación, la angustia y la interferencia en la vida diaria. La atención se centra, por los tanto, en la construcción de una comprensión alternativa y en reducir la focalización de la atención en el problema, como así la rumiación. Los pacientes son guiados a través de la exposición gradual o experimentos de comportamiento para poder comprobar los miedos. A los pacientes con TDC moderado o grave se les puede indicar un antidepresivo inhibidor de la recaptación de serotonina, en la dosis máxima tolerada, durante al menos 3 meses, para determinar la respuesta. La evidencia proviene de 2 ensayos controlados. Si el inhibidor de la recaptación de serotonina elegido no fue de utilidad, entonces se ofrecerá otro de esos inhibidores o clomipramina (un potente inhibidor de la recaptación de serotonina). Como sucede en el trastorno obsesivo-compulsivo, la suspensión del inhibidor de la recaptación de serotonina puede acompañarse de una elevada tasa de recaída. No hay evidencia de que el TDC se beneficie de los antipsicóticos prescritos para aumentar la acción del inhibidor de la recaptación de serotonina selectivo. Cuando el riesgo inmediato no es preocupante, el médico debe tratar de mantener el compromiso del paciente. Esto no significa que el defecto ha disminuido sino que el médico generalista puede tomar a su cargo el tratamiento del defecto─por ej., un retinoide tópico o agentes combinados para el acné o las cicatrices de acné leves. Las personas con problemas graves o crónicos deben tener un acceso continuo a equipos multidisciplinarios especializados en TDC. Los servicios para pacientes internados o residenciales con terapia cognitivo-conductual intensiva son apropiados para un pequeño número de personas en las que no se obtuvieron buenos resultados con ≥1 regímenes de terapia cognitivo-conductual y farmacológicos como así para pacientes ambulatorios. Los pacientes pueden consultar en sitios web adecuados y leer sobre el TDC. Sugerencias para explicarle al paciente qué es el TDC “Hay dos alternativas─ una, es admitir que usted tiene un problema con su apariencia. Esto significa que usted se esforzará para ocultar o alterar su aspecto. Sin embargo, creo que sus soluciones se han convertido en su problema, lo que interfiere en tu vida y lo mantiene más preocupado por sí mismo e infeliz. En cambio, creo que puede tener un problema de imagen corporal llamado trastorno dismórfico corporal. Estoy tomando en serio sus preocupaciones porque esta es una condición reconocida donde es poco probable que un procedimiento cosmético cambie su manera de sentir. La forma en que se siente acerca de su apariencia podría haberse desarrollado a partir de algunas de sus primeras experiencias, por ejemplo, haber recibido burlas o intimidaciones─de modo que los fantasmas de pasado pueden influir en su presente. ¿Estaría usted dispuesto a someterse con más detalle a esta evaluación y tal vez conseguir un tratamiento para esto? Cuéntenos un poco más sobre lo que usted tiene que perder por acercarse a esto como si se tratara de un problema emocional? "

viernes, 3 de julio de 2015

CMO SE FORMAN LOS RECUERDOS?

La investigacion sobre la biologia de la memoria se concentra principalmentre en la pregunta ¿ Como y donde almacennamos los recuerdos?En ap se incremente el numero de conexiones entre neuronas,al igual que la probabilidad de que sus célulasariencia es una pregunta simple, en realidad ha sido dificil de responder, sin embargo en las 2 últimas décadaqs se ha hecho un considerable progreso Como se forman los Recuerdos?Todo lo que aprendemos se registra en el encéfalo en la forma de cambios en el tamaño,folrma, funcionamiento químico y conexion entre neuronas(Aquire y Kandal, 1999). Cuando aprendemos cosas nuevas se forman nuevas conexiones en el encéfalo,cuando repasamos o prácticamos las cosas aprendidas previamente, se fortalecen las antiguas conexiones.Esos cambios quimicos y estructurales pueden continuar por un período de meses o años, durante los cuales se incrementa el número de conexiones entre neuronas, al igual quie la probabilidad de que las celulas se excitan una a la otra a traves de de descargas eléctricas, un proceso conocido como " Potenciacion a largo plazo(PTP). Si bien el aprendizaje tiene lugar en el encéfalo, tambien recibe influencia de eventos que ocurren en otras partes del cuerpo. En particular, hay dos hormonas, la Epinefrina y el Cortisol", que afecta la retencion a largo plazo.Varios estudios realizados con ratas, monos y seres humanos han demostrado, por ejm, que la Epinefrina puede mejorar el recuerdo de la exposicion a estímulos asociados con experiencias desagradables, como la exposicion a descargas( Mcgaugh, 1990) EFECTO DEL STRES EN EL CUERPO Y en el encéfalo: La secreción de Epinefrina forma parte del Síndrome "Lucha y escape" y tiene el efecto de activar al organismo para la acción.Sin embargo, el efecto en la memoria de la epinefrina y de otraqs hormonas relacionadas con el Stres no es meramente el resultado de la activacion general..Al parecer, esas hormonas tienen una accion indirecta sobre centros encefálicos específicos como el hipocampo, y la amigdala, que son cruciales para la formacion de recuerdos(Vermetten y Bremner, 2002)El incremento de los niveles de epinefrina en la sangre probablemente explica tambien el mejor desempeño de los humanos en condiciones de stres moderado.Sin embargo el Stres extremo socava el Aprendizaje.Si usted está estudiando para un exámen, es probable que un poco de ansiedad mejore su desempeño, pero un nivel elevado de ansiedad operará en contra y el recuerdo posterior

La conexion entre la Mente y el Sistema Inmune(Psicologia profunda de la enfermedad) escrito por A Martinez

La conexión entre la mente y el sistema inmune (o la psicología profunda de la enfermedad) SABEMOS ACTUALMENTE QUE NUESTROS ESTADOS DE ÁNIMO SE REFLEJAN DIRECTAMENTE EN NUESTRA SALUD. LA EUDAIMONIA, O LA FELICIDAD QUE VIENE DEL ALMA, PARECE SER CLAVE PARA REGULAR NUESTRO SISTEMA INMUNE. ENCONTRAR LA EUDAIMONIA, SIN EMBARGO, SIGNIFICA HACERLE CASO A NUESTRO DEMONIO PERSONAL POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO - 17/02/2015 A LAS 20:02: ALTERCULTURA / ALTER-EXISTENCIA psychopathologyEn los últimos años se ha gestado discretamente un cambio de paradigma dentro de la ciencia, de la visión cartesiana reduccionista que cortaba de tajo y dejaba prácticamente incomunicados al cuerpo y a la mente, a una visión más inclusiva que considera a la mente-cuerpo como un solo sistema, dando lugar a disciplinas como la psicobiología y la psiconeuroinmunología. Hoy sabemos que nuestro estado de ánimo y los estímulos del medio ambiente tienen efectos a nivel celular y son tanto o más importantes para nuestra salud que nuestros genes. “La vieja forma de pensar era que nuestros cuerpos eran entidades biológicas estables, fundamentalmente separadas del mundo externo”, dice Steven Cole, profesor de medicina en UCLA. “La nueva forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad y fluidez… nuestro cuerpo es literalmente producto del ambiente”. Cole, moviéndose entre la ciencia dura y aspectos más suaves relacionados con el problema mente-cuerpo, intenta determinar la relación entre la “felicidad” y el sistema inmune: cómo reaccionan nuestras células a lo que subjetivamente llamamos felicidad –acaso así haciendo tangible lo que es la felicidad, encontrando una respuesta a esta pregunta milenaria, aunque desde la perspectiva parcial del cuerpo. Su trabajo lo ha llevado a concluir que “no hay duda de que la mente y el sistema inmune están ligados”. Entrevistado por The Atlantic, Cole explica que experiencias negativas como un diagnóstico de cáncer, la depresión, el estrés, el trauma o el bajo estatus socioeconómico pueden afectar el perfil inmunológico de una persona. Mientras que “las experiencias de felicidad y la percepción de esas experiencias en nuestro cuerpo” también producen cambios en nuestros mecanismos biológicos, en sentido opuesto. Cole cree que estas experiencias positivas son capaces de “remodelar nuestra composición celular”. La antigua división entre el cuerpo y la mente que ha acompañado a la ciencia en sus fundamentos por tantos años no se sostiene: es prácticamente imposible que lo que experimentamos mentalmente (la imaginación, la fantasía, el pensamiento, la preocupación, la relajación, etc.) no se reproduzca también en nuestro cuerpo. Nuestra salud no sólo es el cúmulo de todas las cosas que hemos ingerido, el ejercicio que hemos hecho y nuestros genes, es también el agregado de todos nuestros pensamientos y emociones (nuestro cuerpo no puede dejar de registrar todos nuestros estados mentales y reprogramar su funcionamiento a partir de ellos). Lo anterior nos obliga a tomar responsabilidad por lo que ocurre en nuestra mente en cada momento, sabiendo que, si bien un pensamiento aislado o una emoción fugaz seguramente no debilitarán significativamente nuestra inmunidad, la reiteración de nuestras formas de pensamiento y reacciones ante el mundo van apilándose y forman los hábitos y patrones que llegan a determinar nuestro estado de salud general. O, con mayor precisión: “La experiencia que tienes hoy afectará la composición de tu cuerpo por los siguientes 80 días, porque eso es el tiempo que tardan la mayoría de los procesos celulares”, dice Cole. ¿A cuántos ciclos de estrés de 80 días hemos sometido a nuestras células? “Una de las funciones principales de la mente es mantener a bajo nivel la presión o, mejor dicho, no permitir que la presión surja desde un inicio”, dijo Manly P. Hall hablando sobre el “simbolismo psíquico” de algunas enfermedades. La mente, que es el regulador metabólico de todos los procesos orgánicos y que tiene la capacidad compensar desequilibrios con su acción intencional. Hay diferentes formas de ver esto, si tenemos una tendencia a estresarnos fácilmente puede generar el efecto contrario al deseado. Este pensamiento de preocupación o de frustración o de odio, puede ser la semilla de una enfermedad. Tal vez puedas percibirlo como una presión extra sobre tu facultad mental. Esto es una forma de verlo. Por otro lado también puede ser un respiro: tu actitud, la forma en la que empleas tu mente y la forma en la que te relacionas con el mundo puede sanarte, puede afectar directamente tus células y mantenerlas, como una brigada de soldados contentos y comprometidos con la estrategia nacional, atacando a tus enemigos verdaderos (y no volteándose en tu contra). El sistema inmune tiene dos funciones principales: luchar contra agentes infecciosos y causar inflamación. La primera función es la que consideramos generalmente como señal de que nuestro sistema inmune funciona adecuadamente, en equilibrio, dirigiendo sus esfuerzos contra las verdaderas amenazas que enfrenta nuestro cuerpo. La segunda función, la inflamación, es en muchos casos el resultado de una sobreexcitación, ya sea porque introducimos agentes tóxicos a nuestro cuerpo (o que nuestro cuerpo percibe como tóxicos, como es el caso de algunas intolerancias a alimentos que la mayoría de las personas toleran perfectamente bien) o porque el estrés hace que nuestro sistema inmune esté combatiendo permanentemente enemigos invisibles –ya no virus o bacterias, sino quimeras. Además de causar dolor, la inflamación puede también dañar el tejido y con el tiempo producir una cuantiosa serie de enfermedades (la mayoría de las enfermedades neurodegenerativas, por ejemplo, parecen estar ligadas a la inflamación). Cole realizó un estudio con sus alumnos cuyos resultados nos ayudan a entender mejor cómo nuestra psicología profunda se refleja en nuestro sistema inmune. En el estudio se midió el perfil de expresión genética de un grupo de voluntarios y se relacionó con una evaluación de sus niveles de felicidad. Un mejor perfil de expresión genética significa una mayor respuesta antiviral y una menor respuesta inflamatoria. La evaluación de la felicidad se dividió en la felicidad “hedonista” y la “felicidad eudaimónica”. “La felicidad hedonista es el estado de ánimo elevado que experimentamos después de un evento de vida externo, como comprar una casa”, la eudaimonia es “nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, nuestro involucramiento con algo más grande que nosotros”, explica Cole. El estudio mostró una notable correlación entre la felicidad eudaimónica y un mejor funcionamiento del sistema inmune. El estrés crónico que reduce la felicidad eudaimónica, sugiere Cole, puede acortar la longitud de los telómeros, mientras que actividades como la meditación mantienen la longitud de estos extremos de los cromosomas que protegen el ADN e intervienen en el proceso de envejecimiento. En otras palabras, la disciplina mental es capaz de afectar la expresión genética y regular la función de nuestro ADN. Para quienes dudaban de los poderes mentales del ser humano. Julio_Ruelas_-_Criticism_-_Google_Art_Project Imagen de Julio Ruelas La eudaimonia o el buen daimon Personalmente, lo que me interesa más del trabajo de Cole es el énfasis en la eudaimonia. Su investigación sugiere que la salud humana y la felicidad misma es el resultado de un buen daimon (que es lo que significa la palabra eudaimonia). El daimon es, según se creía en la antigua Grecia, el genio o acompañante del alma (a veces usado como sinónimo mismo del alma o psique). “Ethos anthropos daimon“, escribió Heráclito, una frase que se traduce como “Carácter es destino” (daimon siendo destino en este caso). Quizás nos ayude más leer la frase de Heráclito, llamado a veces el primer psicólogo, de esta forma: “El carácter del hombre es su daimon” y de aquí intentemos entender lo que es el daimon. Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón y otros clásicos, eje del renacimiento cultural de la Florencia de los Medici, dijo sobre el daimon: “Quien descubre su propio genio a través de estos medios encontrará su trabajo natural y al mismo tiempo encontrará su estrella y su daimon. Siguiendo este camino obtendrá felicidad y bienestar”. Ficino, quien fuera conocido como “doctor del alma”, amplía aquí el sentido de la frase inscrita en Delfos “Conócete a ti mismo”; conocerse a sí mismo es conocer también a nuestro daimon, nuestro destino, ese espíritu que nos guarda y asedia, como “una estrella flotando sobre la tierra, conectada al alma”, según Plutarco. Patrick Harpur, quien ha relacionado al daimon con las apariciones numinosas de diferentes épocas –desde los ángeles y las hadas a los OVNIs- dice que una forma de imaginarlo es como “una manifestación personal de un dios impersonal”. Jung en sus memorias dice “estoy consciente de que ‘mana’, ‘daimon’ y ‘dios’ son sinónimos del inconsciente -eso es otra forma de decir que sabemos tan poco de los primeros como del último”, y agrega que el inconsciente era un término “científico” y “racional” mientras que el “uso del lenguaje mítico”[el daimon] da “ímpetu a la imaginación”. Jung siempre quiso mantener legitimidad científica en su trabajo, por eso la predilección por el “inconsciente”. Aquí podemos también aplicar su máxima de “hacer consciente el inconsciente”, la clave de su psicología, lo que significaría en otras palabras familiarizarnos con nuestro daimon –para no ser inconscientemente víctima de su tiranía. Quizá la fuente más reputada de lo que es el daimon es Platón, quien nos introduce al daimon de Sócrates, el cual lo encaminó a aceptar el destino de la cicuta y quien, relatando el mito de Er, señala que cada alma tiene asignada un daimon personal que se encarga de vigilar el cumplimiento de la “porción” entregada por las Moiras al nacer. El daimon es el encargado de administrar y atender ese destino que hilan las Moiras; un destino que no es del todo fatal, ya que fue elegido por nuestra alma. En cierta forma las Moiras (que son la porción misma que se entrega) se transpolan al daimon, que a su vez es el representante de Ananké, la diosa de la necesidad, madre de las Moiras. Por lo que podemos entender que nuestro destino es aquello necesario –lo que no podemos ceder, por eso el celo voraz del daimon. En su libro The Soul’s Code, James Hillman argumenta que la enfermedad es una de las formas con las que el daimon –que participa en el arquetipo del trickster– nos obliga a reflexionar y recapacitar para que no nos desviemos del camino de nuestra necesidad interna, del llamado profundo de nuestra vida, acaso procrastinando por campos hedonistas o en la ambición de la materia (lo del ego es el principio del placer, lo del alma es el compromiso teleológico). En otra parte Hillman escribe: “Hasta que el alma no obtiene lo que quiere, nos enferma” (si estas inflamado no vayas al doctor, pregúntale al daimon). Manly P. Hall, el erudito fundador de la Philosophical Research Society, observa que la mayoría de las personas enfermas con las que ha tratado “no tienen una salida creativa”, como si el hecho de no estar creando, de no estar cumpliendo con su propia obra magna, cualquiera que sea (y muchas veces es el servir a alguien más), les restara fuerza vital (fuerza vital que que se alimenta de dar al mundo fuerza vital). “Negar la propia alma es ser separado de la fuente misma de la vida”, escribe Patrick Harpur, en El fuego secreto de los filósofos. Tiene sentido, las personas que manifiestan vivir una vida plena de significado –no de placer e indolencia– son también más sanas, no tienen un sistema inmune que lucha en su contra, activando tormentas inflamatorias con fuego cruzado. El sentido es la salud, el dao. Seguir el camino que marca el daimon, vivir en armonía con el pleito de nuestra alma, parece ser la clave de la salud. Todo lo demás son pequeñeces. Esto también hace eco de lo que descubrió Viktor Frankl en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial: los hombres con sentido existencial no se desmoronaban ante las abyectas condiciones que enfrentaban. Howard Bloom, en su libro Global Brain, señala que los seres humanos somos “hipótesis que lanza la mente global” y aquellos hombres-hipótesis del devenir planetario que prueban ser valiosos para esta mente global, este superorganismo del cual somos como las células individuales, son recompensados, gratificando su sistema inmune con una cascada de dulces y relajantes drogas orgánicas: hormonas, neurotransmisores como dopamina, GABA, serotonina o el butirato (esa mantequilla de los dioses de la inmunidad); los otros, cuyas vidas no tienen significado para el colectivo, son inundados con cortisol y adrenalina y llevados a los ghettos y gulags de la inmunodeficiencia. ¿Acaso es que la vida, ese misterioso hálito, es una dádiva, una bendición y una manda que es depositada en nosotros y que podemos perder en cualquier momento; que perdemos cuando nos alejamos de ese misterioso destino que nuestra alma eligió entre las estrellas? ALTERCULTURA / ALTER-EXISTENCIA psychopathologyEn los últimos años se ha gestado discretamente un cambio de paradigma dentro de la ciencia, de la visión cartesiana reduccionista que cortaba de tajo y dejaba prácticamente incomunicados al cuerpo y a la mente, a una visión más inclusiva que considera a la mente-cuerpo como un solo sistema, dando lugar a disciplinas como la psicobiología y la psiconeuroinmunología. Hoy sabemos que nuestro estado de ánimo y los estímulos del medio ambiente tienen efectos a nivel celular y son tanto o más importantes para nuestra salud que nuestros genes. “La vieja forma de pensar era que nuestros cuerpos eran entidades biológicas estables, fundamentalmente separadas del mundo externo”, dice Steven Cole, profesor de medicina en UCLA. “La nueva forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad y fluidez… nuestro cuerpo es literalmente producto del ambiente”. Cole, moviéndose entre la ciencia dura y aspectos más suaves relacionados con el problema mente-cuerpo, intenta determinar la relación entre la “felicidad” y el sistema inmune: cómo reaccionan nuestras células a lo que subjetivamente llamamos felicidad –acaso así haciendo tangible lo que es la felicidad, encontrando una respuesta a esta pregunta milenaria, aunque desde la perspectiva parcial del cuerpo. Su trabajo lo ha llevado a concluir que “no hay duda de que la mente y el sistema inmune están ligados”. Entrevistado por The Atlantic, Cole explica que experiencias negativas como un diagnóstico de cáncer, la depresión, el estrés, el trauma o el bajo estatus socioeconómico pueden afectar el perfil inmunológico de una persona. Mientras que “las experiencias de felicidad y la percepción de esas experiencias en nuestro cuerpo” también producen cambios en nuestros mecanismos biológicos, en sentido opuesto. Cole cree que estas experiencias positivas son capaces de “remodelar nuestra composición celular”. La antigua división entre el cuerpo y la mente que ha acompañado a la ciencia en sus fundamentos por tantos años no se sostiene: es prácticamente imposible que lo que experimentamos mentalmente (la imaginación, la fantasía, el pensamiento, la preocupación, la relajación, etc.) no se reproduzca también en nuestro cuerpo. Nuestra salud no sólo es el cúmulo de todas las cosas que hemos ingerido, el ejercicio que hemos hecho y nuestros genes, es también el agregado de todos nuestros pensamientos y emociones (nuestro cuerpo no puede dejar de registrar todos nuestros estados mentales y reprogramar su funcionamiento a partir de ellos). Lo anterior nos obliga a tomar responsabilidad por lo que ocurre en nuestra mente en cada momento, sabiendo que, si bien un pensamiento aislado o una emoción fugaz seguramente no debilitarán significativamente nuestra inmunidad, la reiteración de nuestras formas de pensamiento y reacciones ante el mundo van apilándose y forman los hábitos y patrones que llegan a determinar nuestro estado de salud general. O, con mayor precisión: “La experiencia que tienes hoy afectará la composición de tu cuerpo por los siguientes 80 días, porque eso es el tiempo que tardan la mayoría de los procesos celulares”, dice Cole. ¿A cuántos ciclos de estrés de 80 días hemos sometido a nuestras células? “Una de las funciones principales de la mente es mantener a bajo nivel la presión o, mejor dicho, no permitir que la presión surja desde un inicio”, dijo Manly P. Hall hablando sobre el “simbolismo psíquico” de algunas enfermedades. La mente, que es el regulador metabólico de todos los procesos orgánicos y que tiene la capacidad compensar desequilibrios con su acción intencional. Hay diferentes formas de ver esto, si tenemos una tendencia a estresarnos fácilmente puede generar el efecto contrario al deseado. Este pensamiento de preocupación o de frustración o de odio, puede ser la semilla de una enfermedad. Tal vez puedas percibirlo como una presión extra sobre tu facultad mental. Esto es una forma de verlo. Por otro lado también puede ser un respiro: tu actitud, la forma en la que empleas tu mente y la forma en la que te relacionas con el mundo puede sanarte, puede afectar directamente tus células y mantenerlas, como una brigada de soldados contentos y comprometidos con la estrategia nacional, atacando a tus enemigos verdaderos (y no volteándose en tu contra). El sistema inmune tiene dos funciones principales: luchar contra agentes infecciosos y causar inflamación. La primera función es la que consideramos generalmente como señal de que nuestro sistema inmune funciona adecuadamente, en equilibrio, dirigiendo sus esfuerzos contra las verdaderas amenazas que enfrenta nuestro cuerpo. La segunda función, la inflamación, es en muchos casos el resultado de una sobreexcitación, ya sea porque introducimos agentes tóxicos a nuestro cuerpo (o que nuestro cuerpo percibe como tóxicos, como es el caso de algunas intolerancias a alimentos que la mayoría de las personas toleran perfectamente bien) o porque el estrés hace que nuestro sistema inmune esté combatiendo permanentemente enemigos invisibles –ya no virus o bacterias, sino quimeras. Además de causar dolor, la inflamación puede también dañar el tejido y con el tiempo producir una cuantiosa serie de enfermedades (la mayoría de las enfermedades neurodegenerativas, por ejemplo, parecen estar ligadas a la inflamación). Cole realizó un estudio con sus alumnos cuyos resultados nos ayudan a entender mejor cómo nuestra psicología profunda se refleja en nuestro sistema inmune. En el estudio se midió el perfil de expresión genética de un grupo de voluntarios y se relacionó con una evaluación de sus niveles de felicidad. Un mejor perfil de expresión genética significa una mayor respuesta antiviral y una menor respuesta inflamatoria. La evaluación de la felicidad se dividió en la felicidad “hedonista” y la “felicidad eudaimónica”. “La felicidad hedonista es el estado de ánimo elevado que experimentamos después de un evento de vida externo, como comprar una casa”, la eudaimonia es “nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, nuestro involucramiento con algo más grande que nosotros”, explica Cole. El estudio mostró una notable correlación entre la felicidad eudaimónica y un mejor funcionamiento del sistema inmune. El estrés crónico que reduce la felicidad eudaimónica, sugiere Cole, puede acortar la longitud de los telómeros, mientras que actividades como la meditación mantienen la longitud de estos extremos de los cromosomas que protegen el ADN e intervienen en el proceso de envejecimiento. En otras palabras, la disciplina mental es capaz de afectar la expresión genética y regular la función de nuestro ADN. Para quienes dudaban de los poderes mentales del ser humano. Julio_Ruelas_-_Criticism_-_Google_Art_Project Imagen de Julio Ruelas La eudaimonia o el buen daimon Personalmente, lo que me interesa más del trabajo de Cole es el énfasis en la eudaimonia. Su investigación sugiere que la salud humana y la felicidad misma es el resultado de un buen daimon (que es lo que significa la palabra eudaimonia). El daimon es, según se creía en la antigua Grecia, el genio o acompañante del alma (a veces usado como sinónimo mismo del alma o psique). “Ethos anthropos daimon“, escribió Heráclito, una frase que se traduce como “Carácter es destino” (daimon siendo destino en este caso). Quizás nos ayude más leer la frase de Heráclito, llamado a veces el primer psicólogo, de esta forma: “El carácter del hombre es su daimon” y de aquí intentemos entender lo que es el daimon. Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón y otros clásicos, eje del renacimiento cultural de la Florencia de los Medici, dijo sobre el daimon: “Quien descubre su propio genio a través de estos medios encontrará su trabajo natural y al mismo tiempo encontrará su estrella y su daimon. Siguiendo este camino obtendrá felicidad y bienestar”. Ficino, quien fuera conocido como “doctor del alma”, amplía aquí el sentido de la frase inscrita en Delfos “Conócete a ti mismo”; conocerse a sí mismo es conocer también a nuestro daimon, nuestro destino, ese espíritu que nos guarda y asedia, como “una estrella flotando sobre la tierra, conectada al alma”, según Plutarco. Patrick Harpur, quien ha relacionado al daimon con las apariciones numinosas de diferentes épocas –desde los ángeles y las hadas a los OVNIs- dice que una forma de imaginarlo es como “una manifestación personal de un dios impersonal”. Jung en sus memorias dice “estoy consciente de que ‘mana’, ‘daimon’ y ‘dios’ son sinónimos del inconsciente -eso es otra forma de decir que sabemos tan poco de los primeros como del último”, y agrega que el inconsciente era un término “científico” y “racional” mientras que el “uso del lenguaje mítico”[el daimon] da “ímpetu a la imaginación”. Jung siempre quiso mantener legitimidad científica en su trabajo, por eso la predilección por el “inconsciente”. Aquí podemos también aplicar su máxima de “hacer consciente el inconsciente”, la clave de su psicología, lo que significaría en otras palabras familiarizarnos con nuestro daimon –para no ser inconscientemente víctima de su tiranía. Quizá la fuente más reputada de lo que es el daimon es Platón, quien nos introduce al daimon de Sócrates, el cual lo encaminó a aceptar el destino de la cicuta y quien, relatando el mito de Er, señala que cada alma tiene asignada un daimon personal que se encarga de vigilar el cumplimiento de la “porción” entregada por las Moiras al nacer. El daimon es el encargado de administrar y atender ese destino que hilan las Moiras; un destino que no es del todo fatal, ya que fue elegido por nuestra alma. En cierta forma las Moiras (que son la porción misma que se entrega) se transpolan al daimon, que a su vez es el representante de Ananké, la diosa de la necesidad, madre de las Moiras. Por lo que podemos entender que nuestro destino es aquello necesario –lo que no podemos ceder, por eso el celo voraz del daimon. En su libro The Soul’s Code, James Hillman argumenta que la enfermedad es una de las formas con las que el daimon –que participa en el arquetipo del trickster– nos obliga a reflexionar y recapacitar para que no nos desviemos del camino de nuestra necesidad interna, del llamado profundo de nuestra vida, acaso procrastinando por campos hedonistas o en la ambición de la materia (lo del ego es el principio del placer, lo del alma es el compromiso teleológico). En otra parte Hillman escribe: “Hasta que el alma no obtiene lo que quiere, nos enferma” (si estas inflamado no vayas al doctor, pregúntale al daimon). Manly P. Hall, el erudito fundador de la Philosophical Research Society, observa que la mayoría de las personas enfermas con las que ha tratado “no tienen una salida creativa”, como si el hecho de no estar creando, de no estar cumpliendo con su propia obra magna, cualquiera que sea (y muchas veces es el servir a alguien más), les restara fuerza vital (fuerza vital que que se alimenta de dar al mundo fuerza vital). “Negar la propia alma es ser separado de la fuente misma de la vida”, escribe Patrick Harpur, en El fuego secreto de los filósofos. Tiene sentido, las personas que manifiestan vivir una vida plena de significado –no de placer e indolencia– son también más sanas, no tienen un sistema inmune que lucha en su contra, activando tormentas inflamatorias con fuego cruzado. El sentido es la salud, el dao. Seguir el camino que marca el daimon, vivir en armonía con el pleito de nuestra alma, parece ser la clave de la salud. Todo lo demás son pequeñeces. Esto también hace eco de lo que descubrió Viktor Frankl en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial: los hombres con sentido existencial no se desmoronaban ante las abyectas condiciones que enfrentaban. Howard Bloom, en su libro Global Brain, señala que los seres humanos somos “hipótesis que lanza la mente global” y aquellos hombres-hipótesis del devenir planetario que prueban ser valiosos para esta mente global, este superorganismo del cual somos como las células individuales, son recompensados, gratificando su sistema inmune con una cascada de dulces y relajantes drogas orgánicas: hormonas, neurotransmisores como dopamina, GABA, serotonina o el butirato (esa mantequilla de los dioses de la inmunidad); los otros, cuyas vidas no tienen significado para el colectivo, son inundados con cortisol y adrenalina y llevados a los ghettos y gulags de la inmunodeficiencia. ¿Acaso es que la vida, ese misterioso hálito, es una dádiva, una bendición y una manda que es depositada en nosotros y que podemos perder en cualquier momento; que perdemos cuando nos alejamos de ese misterioso destino que nuestra alma eligió entre las estrellas?